miércoles, 8 de julio de 2009

El Gato Que Mueve El Brazo Así y La Mosca Testaruda


Era un día de septiembre creo. Estaba tranquilo, mirando por la ventana cómo la primavera se iba apoderando de los aromas, los colores y los ánimos en general. De más está decir que la primavera es mi estación favorita, así que evitaré decirlo. Por lo pronto, mi atención estaba focalizada en dos cosas: mirar por la ventana y, of course, mover el brazo así.
De repente algo captó mi atención. Primero escuché un estruendoso golpecito. Seguido de otro. Y de otro. Como buen gato, mi sentido del alerta ubicó enseguida el origen de ese sutil escándalo; una mosca intentaba salir a la calle, sin reparar en la existencia de un material llamado vidrio que se lo impedía. Una y otra vez golpeaba su cabeza contra la ventana. Lo hacía en distintos lugares del vidrio, tal vez buscando su punto débil como hacen los velocirraptors en Jurassic Park (he sabido que a las moscas les gusta mucho esa película, especialmente la parte del montículo de caca gigantesco). La mosca parecía no cansarse y golpeaba cada vez más fuerte. A veces se atontaba un poco, daba unas vueltas por el aire y cuando parecía que se iba a rendir volvía a la carga, con más bríos que nunca. Pero con el mismo resultado. La ventana se le moría de risa y no daba signos de dejarla pasar.
Sin temor a exagerar puedo decir que la cabeza de la mosca impactó en el vidrio unas diez mil veces. Hasta que en un momento, de la nada, un brazo humano apareció en escena y abrió la ventana. La mosca volvió a cargar contra el vidrio, pero esta vez no encontró resistencia y pudo salir. Feliz y algo abombada.

Ese día de septiembre, aprendí algo. A veces en la vida nos
parecemos a la mosca testaruda. Ante un problema o dificultad, insistimos en lo que creemos que es la solución, sin detenernos a analizarlo, a comprenderlo. Y la mayoría de las veces, la mejor solución es la paciencia, la respuesta que llega sola. Esta es una lección que no todos pueden aplicar. Insistir, esforzarse, sacrificarse, parecen ser valores muy establecidos. Yo creo más en pensar, analizar y resolver. De las dos formas se puede obtener el mismo resultado. De hecho la mosca seguramente está convencida de que la ventana se abrió por sus golpes. Pero entender que hay fuerzas que nos superan y problemas que se resuelven solos, es ahorrarse diez mil golpes de cabeza.

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Movieron en brazo así